De la euforia a las razones

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Cuando un autor termina su primera obra, es habitual que descubra una nueva y particular euforia, la que acompaña a todo acto creativo. Lo que hace un tiempo pertenecía al mundo de las sombras, a la fantasmagoría de la imaginación, ahora tiene vida y cuerpo: personajes que hablan y se mueven por paisajes y escenarios nunca antes descritos, donde transcurre una historia nunca antes contada… El autor, no sin razón, se siente como un verdadero demiurgo. Quizá sea el suyo un universo reducido, es verdad, pero universo al fin y al cabo.

Sean cuales sean la vía, la plataforma y la editorial elegidas, la obra debería pasar antes de su edición por las manos de un corrector.

Todavía sacudido por esa euforia de la creación terminada, y sin esperar al séptimo día para descansar, el autor querrá que sus allegados lean la obra. Estos lo harán con cariño y admiración (especialmente las madres, cómo no). El siguiente paso consiste en plantearse la publicación de la novela (o los poemas o el ensayo…). Y aquí empiezan las dudas. «¿Gustará mi obra a los ojos inmisericordes del comité de lectura de una editorial?», se pregunta el escritor novel. Otra opción a la hora de publicar, cada vez más común, es la de la autoedición. Sean cuales sean la vía, la plataforma y la editorial elegidas, la obra debería pasar antes de su edición por las manos de un corrector. ¿Por qué? He aquí dos razones contundentes:

1.ª Todo libro necesita una limpieza de erratas y una revisión ortográfica y gramatical. La escritura es un código complejo, sujeto a unas reglas convencionales pero no caprichosas. El respeto de la normativa ortográfica y gramatical facilita la comunicación: quien aspire a ser comprendido con precisión deberá ofrecer mensajes bien puntuados, correctamente construidos. El esmero en las formas expresivas delata esa buena voluntad comunicativa, esa «cortesía» del escritor, al tiempo que este expone su dominio del material con el que trabaja: la lengua escrita.

2.ª Si el autor novel así lo desea, el asesor/corrector puede realizar una lectura objetiva de la obra y ofrecer un informe sobre sus puntos fuertes y débiles con el objetivo de realizar los posibles reajustes que afiancen la calidad del texto.

Ambas razones remiten a una tercera, tan poderosa como las anteriores, que podría resumirse así: cuando un autor novel entrega su texto a un profesional, está accediendo a la posibilidad de aprender algunos entresijos de la escritura. Más allá de los pequeños (o no tan pequeños) retoques de los que su obra se beneficiará, el propio escritor ganará en el dominio de su oficio al adquirir mayor conciencia estilística, una familiaridad con cuestiones ortotipográficas y los instrumentos reflexivos para evaluar su labor y aplicar estas nuevas destrezas a futuras obras.

Cirugía textual: «¿Es grave, doctor?»

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Un cierto oscurantismo rodea la figura del corrector/asesor. No está de más repasar los conceptos básicos que definen sus funciones:

  • La corrección ortográfica: consiste en detectar los posibles errores relacionados con las reglas de acentuación, el uso de los signos de puntuación, la elección de mayúsculas o minúsculas… También incluye la revisión de erratas (letras omitidas, palabras repetidas, etc.).
  • La corrección de estilo: aborda cuestiones que superan lo meramente ortográfico, concretamente el léxico y la sintaxis. El corrector de estilo detectará los términos mal aplicados, las incoherencias sintácticas, los pasajes de sentido dudoso, etc.
  • La corrección tipográfica: se realiza cuando el libro ya está maquetado. En esta fase, imprescindible y previa a la impresión de la obra, el corrector comprueba que el texto que se va a imprimir lleva incorporadas todas las correcciones realizadas sobre el original (ya aprobadas por el autor). Aquí se limpiarán también posibles erratas no detectadas anteriormente y se supervisará la maquetación (tamaño de las sangrías, numeración de páginas, partición de palabras a final de línea, líneas viudas y huérfanas…).

Hemos aludido repetidamente a la figura del corrector/asesor. En realidad, la asesoría literaria en sí misma excede la función de un corrector, que asume entonces la tarea del lector editorial o del crítico. Sin embargo, nuestra experiencia profesional nos ha demostrado que la gran mayoría de autores noveles demandan, junto con la corrección, este servicio: una evaluación objetiva de la calidad literaria de su obra y una opinión fundada sobre cómo mejorar aspectos tales como la ordenación de contenidos, el desarrollo argumental o la construcción de la psicología de los personajes.

Corte y confección

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Como puede fácilmente deducirse de los párrafos anteriores, el corrector/asesor se dedica a revisar la parte más técnica de un texto, sin inmiscuirse en la puramente creativa. Para comprender cabalmente esta delimitación podemos acudir a un símil de sastrería. El autor, en ese símil, aportaría el género del traje, el modelo con sus patrones y además sería el encargado de la confección. El corrector se aseguraría de que, antes de entregar el traje, no hubiera lamparones en la tela, descosidos en las costuras ni arrugas que afearan todo el trabajo del sastre; salvo en alardes estilísticos previamente explicitados, las mangas y las perneras guardarían unas proporciones razonables y el traje se ajustaría a ciertas convenciones (abrigar en invierno, vestir de etiqueta o impermeabilizar al submarinista si se trata de un traje de buceo).

El corrector/asesor se dedica a revisar la parte más técnica de un texto, sin inmiscuirse en la puramente creativa.

En otras palabras: el autor es el verdadero creador de su obra y el corrector/asesor un mero supervisor que se ajusta a la normativa del código escrito y ofrece su opinión, sin imponer su criterio, sobre cuestiones estilísticas y de técnica literaria. En unas condiciones normales de colaboración, se sobrentiende que los autores acatan la normativa ortográfica y la gramatical, y también se ajustan a las convenciones tipográficas comúnmente admitidas. Las variantes estilísticas pueden, en ocasiones, ser opcionales, y así se señalarán en la revisión.

¿Qué es, entonces, lo que no cabe esperar de un corrector/asesor? Que aporte a la obra «calidad literaria»; que reescriba línea por línea el texto para aproximarse a lo que el autor quiso decir; que actúe como dama de compañía compartiendo las euforias y lamentaciones inherentes al proceso de la escritura; que maquete la obra, la imprima, la distribuya o la publicite; que se haga responsable del éxito o fracaso comercial o de crítica.

Confiamos en que lo expuesto en estas líneas haya servido para aclarar tres ideas fundamentales: la revisión de un libro debe ser realizada por un profesional; esta es una tarea inexcusable antes de la publicación y las funciones del corrector deben estar claras para el autor. Más adelante abordaremos algunas preguntas frecuentes que los escritores nos suelen plantear: plazos, presupuestos, dinámica de trabajo, etc.

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